Los que nos conocemos y charlamos por Twitter ya sabréis que llevo tiempo en una batalla personal contra la puerta de mi garaje, que ha terminado convirtiéndose en todo proyecto Maker y un ejercicio monumental de cabezonería pura.
Ya os dije que cuando acabara sacaría un rato para explicar en una serie de entradas que narices ha pasado con la puerta y porqué me ha costado 6 meses arreglar la dichosa puerta.
Porque es cierto que, aun teniendo en cuenta que solo puedo dedicarle (parte) de los fines de semana, y que en medio ha habido vacaciones, viajes, otras obras, eventos familiares, etc… lo cierto es que me ha consumido una barbaridad de tiempo.
Así que como lo prometido es deuda voy a contar mis “ires y venires” con la dichosa puerta, mi guerra con las empresas instaladoras, una serie interminable de eventos de mala suerte, y una reparación que ha salido más por cabezonería que por otra cosa.
Así que todo comienza con,
La historia de un trágico ‘Clac’
Todo comienza un día tranquilo de diciembre conmigo, feliz e ingenuo (musiquita de felicidad… laralarala) metiendo el coche en mi garaje. Al cerrarse la puerta oigo un pequeñísimo ‘Clac’ en el motor, al que en su momento ni di importancia.
Pero la mañana siguiente, al ir a abrir la puerta, como a media altura… “Glan Glan Glan Glan”. Y la puerta deja no pasa de ahí. Mmmm… que pinta más mala esto.
Pues nada, me cago en todo, desbloqueo la puerta y la abro a mano. Saco el coche, paro fuera, vuelvo a entrar en casa, cierro la puerta a mano, la bloqueo con la llave y me voy a trabajar. ¡Empieza bien el día!
Da la casualidad de que un vecino trabaja en la empresa que montó las puertas en la urbanización, mucho antes de que comprara la casa. Por la tarde-noche me cruzo con él y, muy amablemente, se pasa a echar un ojo. Desmontamos la reductora y vemos que en el engranaje que mueve la cadena se ha roto un diente.
Al día siguiente llamo a la empresa a la que, por mantener el anonimato, llamare “rio más caudaloso de España + máquinas”. Ya los conocía porque, cuando compré la casa, tuve que ponerme en contacto con ellos para que me vendieran y reprogramaran los mandos para abrir el garaje (a 40€ el mando, ‘ahí es na!’).
Resumiendo, me dicen que me llaman la semana siguiente. No llaman. Les llamo otra vez. Me dicen que van muy ocupados, que les lleve el engranaje y buscan un recambio.
Pasan dos semanas más y ya, algo mosqueado, vuelvo a llamar. Me dicen que no hay recambios, y me pasan presupuesto. 700€ + mano de obra más IVA… 1100 y pico euros. Bieeeen, ¡sí que es caro el dichoso ‘Clac’!
Que pensaréis (y pensé) que una máquina de estas, mejor que la que me presupuestan, cuesta 200€ en el Leroy Merlin. Pero claro, si me compro otro dejará de funcionar con el mando de mi puerta, que también controla la entrada comunitaria. Así que tendré que llevar dos mandos y no me hace gracia.
Por otro lado, el techo de mi sótano es de bovedilla de Porexpan, por lo que para atornillar algo en el techo tendría que atravesar 20cm de corcho blanco, taladrar el forjado, bajar dos espárragos. Uf…. Que mala pinta empieza a tener todo.
Pero no pasa nada, vivimos en la época de la impresión 3D, así que me pongo en modo ‘Maker’. Les pregunto si les parece bien que intente conseguir yo un recambio, y me dicen que por su parte encantados.
Así que llega ¡la fase de ingeniería inversa!
Rediseñando un engranaje
Cojo el engranaje que se ha roto y lo escaneo en 3D. La pieza original es de Nylon, así que difícilmente voy a poder hacer un recambio que tenga la misma pieza, a no ser que la encargue imprimir en poliamida.
Por otro lado, el engranaje se monta en el eje del motor mediante un estriado de 27 dientes muy muy fino. Esto va a ser un elemento clave de ajuste, y me dificulta mucho subcontratar la pieza porque es bastante difícil que funcione en un primer intento.
Así que me decido por rediseñar el engranaje en un conjunto de 3 piezas, dos cuerpos de plástico y un engranaje metálico.
En cuanto a material opto por PETG por sus características mecánicas y buena adherencia entre capas.
Comienzo imprimiendo varias probetas para probar el estriado en el eje, y encontrar las dimensiones para tener el ajuste perfecto, ni demasiado suelto ni apretado.
Finalmente, imprimo ambos cuerpos, y lo monto todo en su lugar.
Rondando el desastre
Cojo mi prototipo y, con muchísimas dudas de que vaya a funcionar, o que vaya a romper las piezas en 3D, o el engranaje metálico dañe la cadena, o que se desgaste el estriado, la monto en el motor.
En la electrónica hay dos botones sin rotular. Con el primero la puerta hace un “amago raro”, y se para. Al darle al otro, se oye un “tic tac” de reles abriendo y cerrando. Al rato se para el sonido, luego vuelve a empezar. No entiendo nada de lo que está haciendo esta máquina.
Repentinamente, la puerta comienza a abrirse. Bien, el engranaje parece que aguanta. Abre, abre, abre, sigue abriendo… se pasa de los 90º, medio saca la puerta de las guías, tira de la máquina para abajo y amenaza con arrancarlo todo del techo antes de que me dé tiempo a pararlo.
Bien, a esta máquina está claro que le pasa “algo más” que lo del engranaje. Bueno, creo que como pequeño experimento Maker ya ha estado bien… pero vamos a llamar a alguien que sepa de esto antes de que me cargue algo y sea peor.
¡Ja! ¿Pensabais que esto iba a ser tan fácil? Eso pensé yo, pero ¡para nada! Continuará en la próxima entrada