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El agotamiento de las reservas minerales

En 2008, la ingeniera química Alicia Valero estudió el capital mineral de la Tierra para su tesis doctoral realizada en el Centro de Investigación de Energías Renovables (CIRCE) de la Universidad de Zaragoza. Sus estudios sobre el agotamiento de las reservas minerales se publicaron de forma resumida en un artículo premiado en el Comité Científico Internacional de la 5ª conferencia sobre Desarrollo Sostenible en Energía, Agua y Medio Ambiente celebrada en Dubrovnik (Croacia). A. Valero afirma que durante el siglo XXI agotaremos las más importantes reservas minerales del planeta a menos que se promueva rigurosamente el reciclado de metales y otros minerales estratégicos y se gestione de manera transparente el capital mineral de la Tierra.

En realidad los materiales no desaparecen al ser utilizados. Por ejemplo, el aluminio de una lata no desaparece al convertirse en un residuo. No existe escasez de materiales, sino escasez de materias concentradas. Una mina es una ocurrencia muy infrecuente en la inmensidad de la corteza terrestre (una anomalía geoquímica). Al extraer materiales se disminuye su concentración, y la energía necesaria para extraer la siguiente tonelada aumenta exponencialmente, así como el impacto medioambiental asociado. Lo mismo ocurre al dispersar los materiales en forma de residuos, lo que puede solucionarse poniendo todas las latas del ejemplo, como ya comentamos en el artículo del reciclaje.

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De acuerdo a las estimaciones de la autora, se habría agotado ya el 92% de las reservas de mercurio, el 79% de plata, el 75% de oro, el 75% de arsénico… En cuanto a los minerales más utilizados, la tasa de agotamiento del hierro sería del 28% y la del aluminio del 15%, en cambio la del cobre superaría el 50%.

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Con el aluminio, el hierro y el cobre, la ingeniera química aplicó también el modelo de Hubbert para, al igual que se ha estimado con el petróleo u otros minerales energéticos, calcular cuándo se alcanzaría el pico de producción, a partir del cual comenzaría a descender.

El resultado que encontró es que, si bien este pico ya habría sido alcanzado por el petróleo en 2008 y llegaría para el gas natural en 2023 y para el carbón en 2060, en el caso del cobre esto ocurriría en 2024, en el del aluminio en 2057 y en el del hierro en 2068.

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A los ritmos actuales de consumo de materias primas, aunque se descubriera el doble de lo que hoy se conoce como recursos explotables de la Tierra, los picos de consumo sólo se desplazarían unos treinta años en promedio. Aunque el problema se desplace una o dos generaciones, eso no es nada incluso en la escala temporal del ser humano.

Adicionalmente, la demanda mundial de tierras raras para la microelectrónica, fosfatos para la agricultura, metales para la construcción de infraestructuras, etc. está creciendo exponencialmente. Además la escala de las demandas choca con la de la oferta tecnológica. Por ejemplo, no existe platino o tierras raras suficientes como para almacenar el hidrógeno que moviera una posible sociedad basada en él, ni litio suficiente como para almacenar una pequeña parte de toda la energía eléctrica mundial que hoy se consume. Convertir la roca desnuda en una inmensa mina siempre será tecnológicamente posible pero el coste económico, energético y medioambiental lo hacen y lo harán inviable. Remover las selvas, las montañas, los océanos y los paisajes para buscar las últimas toneladas de minerales estratégicos, como hoy se hace con el oro, con los diamantes o con el coltán, no son el mejor futuro planetario que nos debería aguardar.

Como conclusión final la autora remarca la necesidad de instituciones mundiales que den transparencia y promuevan la gestión racional de los recursos minerales planetarios. El estudio remarca la importancia del reciclaje, y de una conciencia global de todos los ciudadanos del planeta en la necesidad de abordar el problema medio ambiental de una forma responsable, con un compromiso de reducir el consumo energético y de materiales de la sociedad.